Aquí os dejo un artículo que me parece interesante de leer. Ya me diréis que opináis.
NO NOS TIENEN MIEDO por JUAN DEL VAL
NO NOS TIENEN MIEDO por JUAN DEL VAL
La verdad es que desde que el sábado por la noche supimos lo que publicaría el diario El Mundo ya se ha dicho y escrito casi todo sobre esos mensajes de texto que se enviaron Rajoy y Bárcenas. Eso, ya está todo dicho: que Rajoy ya no tiene credibilidad, que debe dar explicaciones, que debe dimitir, que así no se puede continuar, etc. En artículos escritos, opiniones habladas, redes sociales… todos los que no son del PP y algunos que lo eran, muestran su indignación por haber descubierto que el señor que preside nuestro gobierno es un mentiroso que se mensajea con un delincuente sabiendo ya que lo es, le pide resistencia en este difícil momento y le promete ayuda.
Hasta los que más simpatizan con el PP e incluso los incondicionales de Mariano, andan sin saber muy bien qué decir. A lo sumo, que hay que esperar, que no hay nada probado, que fíjate tú lo de los Eres, que después de todo tampoco tiene tanta importancia… La versión oficial del Partido es simplemente una desfachatez. Dicen allí que lo único que demuestran esos mensajes es que Bárcenas “no consiguió nada”, así que vuelve a ponerse en evidencia la honorabilidad de Rajoy. Alucinante.
Como todo eso se ha dicho ya y no hay mucho más que opinar, sólo quería reflejar en este post que nosotros, la inmensa mayoría de los ciudadanos somos tan mentirosos como Rajoy. Sí, yo el primero. Somos unos mentirosos porque nuestra indignación es mentira. Esa que mostramos en las redes sociales es una farsa, una pose. Y como es mentira, no nos tienen miedo. Y como no nos tienen miedo van a seguir tomándonos el pelo. Rajoy va a seguir en su puesto, Rubalcaba en el suyo, Griñan también, y Botín, y los que son como Botín, y Pedro Jota seguirá vendiendo periódicos. Me encantaría equivocarme, pero me temo que nada cambiará con la mayoría de españoles a punto de meter su culo en el mar, Alonso jugándose el mundial en unas semanas, los fichajes de verano y la liga a la vuelta de la esquina nada más volver de vacaciones. Seguramente habrá algún escándalo más y ojalá que algunos parados menos, y la balanza exterior mejorará y la prima de riesgo empeorará y los de izquierdas seguirán con sus cansinos tópicos y los de derechas con sus complejos insuperables. Como siempre. Todo muy educado, muy correcto. Y así vamos a ir navegando hasta las próximas elecciones para que vuelvan a ganar los unos o los otros, que salvo simpatías estéticas, son exactamente iguales.
Con seis millones de parados, con los comedores sociales desbordados, con niños de familias medias con riesgo de desnutrición, con millones de jóvenes sin futuro alguno y con el mismo número de hombres de cincuenta años en la antesala de una vejez de miseria, contemplamos en la televisión como nuestros dirigentes nos llaman imbéciles y seguimos sin hacer nada. Bueno sí, al principio volcamos en Tuiter nuestra rabia y al rato empezamos a hacer chistecitos en la red social sobre los sms del presidente mentiroso con el delincuente pijo. Y nos creemos unos revolucionarios con nuestro smartphone en la mano. Vaya mierda de revolución.
¿Qué es lo que hay que hacer entonces? No sabría contestar a esa pregunta porque me asusta la respuesta más lógica: salir todos a la calle y armarla. Yo soy el primero en criticar cualquier respuesta violenta de la sociedad porque yo también tengo miedo de perder lo mío. Y lo mío –aunque también me sienta estafado por el sistema y abochornado por la falta de inteligencia de nuestros gobernantes- es una vida cómoda por el momento. Así que, como hacemos la mayoría de miedosos, antes de quemar la sucursal de un banco, me pongo mi traje de hombre razonable y digo que este sistema no funciona del todo mal, que es el menos malo de los conocidos y estupideces por el estilo que a veces llego a creerme para no seguir haciéndome preguntas que distorsionen mi moral.
Tengo la tentación de deshacer este post y hacer otro para meterme con Rajoy, que es lo que toca, pero sinceramente eso ya lo han hecho otros y yo mismo en tuiter, con mi indignación de pega primero y mis chistecitos después.
En este post ya he decidido que voy a meterme conmigo mismo y con los millones de señores razonables como yo que tragamos con lo que nos echen porque tenemos miedo a que nos toque alguna hostia el día que definitivamente la gente se ponga a repartir.
Los que tenemos miedo somos nosotros, por eso no nos lo tienen ellos. Ellos en sus poltronas de partidos, de bancos y de grandes empresas siguen a lo suyo. Para ellos es un juego, más o menos controlado, que a veces se les va un poquito de las manos, pero sin más. No hay de qué preocuparse.
No hay más que verme a mí. Es domingo por la noche y estoy escribiendo este post para mañana (hoy) lunes en mi confortable salón, mientras mis preciosos hijos juegan felices poco antes de irse a la cama y mi mujer me pregunta que cuánto me queda para empezar a cenar, que ya va teniendo hambre. En fin, que mañana (hoy) lunes seguiré pidiendo armado con mi Iphone de última generación la dimisión del presidente del gobierno a través de unos cuántos tuits. Soy superguay.
Con seis millones de parados, con los comedores sociales desbordados, con niños de familias medias con riesgo de desnutrición, con millones de jóvenes sin futuro alguno y con el mismo número de hombres de cincuenta años en la antesala de una vejez de miseria, contemplamos en la televisión como nuestros dirigentes nos llaman imbéciles y seguimos sin hacer nada. Bueno sí, al principio volcamos en Tuiter nuestra rabia y al rato empezamos a hacer chistecitos en la red social sobre los sms del presidente mentiroso con el delincuente pijo. Y nos creemos unos revolucionarios con nuestro smartphone en la mano. Vaya mierda de revolución.
¿Qué es lo que hay que hacer entonces? No sabría contestar a esa pregunta porque me asusta la respuesta más lógica: salir todos a la calle y armarla. Yo soy el primero en criticar cualquier respuesta violenta de la sociedad porque yo también tengo miedo de perder lo mío. Y lo mío –aunque también me sienta estafado por el sistema y abochornado por la falta de inteligencia de nuestros gobernantes- es una vida cómoda por el momento. Así que, como hacemos la mayoría de miedosos, antes de quemar la sucursal de un banco, me pongo mi traje de hombre razonable y digo que este sistema no funciona del todo mal, que es el menos malo de los conocidos y estupideces por el estilo que a veces llego a creerme para no seguir haciéndome preguntas que distorsionen mi moral.
Tengo la tentación de deshacer este post y hacer otro para meterme con Rajoy, que es lo que toca, pero sinceramente eso ya lo han hecho otros y yo mismo en tuiter, con mi indignación de pega primero y mis chistecitos después.
En este post ya he decidido que voy a meterme conmigo mismo y con los millones de señores razonables como yo que tragamos con lo que nos echen porque tenemos miedo a que nos toque alguna hostia el día que definitivamente la gente se ponga a repartir.
Los que tenemos miedo somos nosotros, por eso no nos lo tienen ellos. Ellos en sus poltronas de partidos, de bancos y de grandes empresas siguen a lo suyo. Para ellos es un juego, más o menos controlado, que a veces se les va un poquito de las manos, pero sin más. No hay de qué preocuparse.
No hay más que verme a mí. Es domingo por la noche y estoy escribiendo este post para mañana (hoy) lunes en mi confortable salón, mientras mis preciosos hijos juegan felices poco antes de irse a la cama y mi mujer me pregunta que cuánto me queda para empezar a cenar, que ya va teniendo hambre. En fin, que mañana (hoy) lunes seguiré pidiendo armado con mi Iphone de última generación la dimisión del presidente del gobierno a través de unos cuántos tuits. Soy superguay.
JUAN DEL VAL